Reseña "Jesús, la buena noticia" (evangelio de San Marcos)

    • Fecha:21-07-2025
    • Fuente: ANALES VALENTINOS
    Reseña "Jesús, la buena noticia" (evangelio de San Marcos)

    Ha sido un acierto rescatar una obra publicada hace bastantes lustros por el padre Klemens Stock, S.J., (Aalen-Hofen, Baden Württemberg, 1934), conspicuo conocedor de la Sagrada Escritura, prolífico escritor, profesor y rector del Pontificio Instituto Bíblico de Roma, además de secretario de la Pontificia Comisión Bíblica. El libro salió a la luz originalmente en alemán con el título: Jesus die Frohe Botschaft. Betrachtungen zum Markus-Evangelium (Tyrolia Verlag, Innsbruck – Viena, 1983). Don Pablo Cervera Barranco ha tenido el acierto y el esmero de preparar la traducción castellana. La editorial Didaskalos, que también sacó al mercado hace pocos meses los comentarios al evangelio de san Juan de este prestigioso exegeta, enriquece su nutrido catálogo incluyendo también en él los comentarios al de san Marcos. Esta editorial ha prometido asimismo continuar traduciendo las enjundiosas explicaciones del padre Stock al resto de evangelios en este mismo formato. El libro se estructura en una breve introducción seguida de cuarenta y una meditaciones sobre pasajes del evangelio marcano, presentadas de una manera muy pedagógica, pensando en un auditorio no erudito. Son páginas más bien dirigidas a lectores orantes, que buscan avivar su fe con el fuego de la Palabra revelada y acompañar a Cristo mientras predica su mensaje redentor. Todos los esfuerzos de san Marcos quieren mostrar cuál es el hontanar de dicho mensaje, que Jesús califica como Buena Noticia. Stock brinda al respecto agudas explicaciones, que alientan a cuantos las reciben a interrogarse sobre el contenido de este mensaje. Un mensaje que ha de aceptarse con fe, que busca ante todo la conversión y es causa de gozo inaudito. El autor pone al descubierto las distintas reacciones que dicho mensaje causa en las personas que lo escuchan: el escepticismo, las resistencias, las dudas que se plantean o los sesgos en su interpretación. Pero lo que muestra, sobre todo, es el camino para su aceptación. Y lo hace de forma consistente, sin rodeos, con el propósito de implicar al lector en el seguimiento del Maestro, a la vez que lo insta a colaborar con él en la extensión de su Reino. Son estas nobles causas las que han orientado a este gran perito en Ciencias Bíblicas en la redacción de esta publicación. Con ella Stock no pretende simplemente ilustrar la mente de quienes la lean. Quiere sobre todo estimularlos para que avancen decididos por las sendas de la amistad con el Salvador, abriéndole su corazón en un clima de plegaria, de revisión de vida, de profundización espiritual. Al final del volumen aparece un provechoso índice que indica cómo se distribuyen las perícopas tomadas de san Marcos en los domingos del ciclo B de la liturgia, en los que se proclama principalmente este evangelio (p. 231-232). En este sentido, esta monografía puede servir de inspiración al predicador que desea prepararse seriamente para ejercer su ministerio a través de la escucha de la Buena Nueva de la salvación. En la “Introducción” se brinda una clave para entender el texto de Marcos, a saber, que la actividad de Cristo reside en este anuncio: “¡Convertíos y creed en el Evangelio!” (Mc 1,15). En él se manifiesta el contenido de la Buena Noticia, cómo el Reino de Dios está cerca y cómo ha de llevarse a cabo la conversión. “La Buena Nueva, la conversión y la fe están unidas. Sólo en la medida en que se escucha y se cree, y conduce a la conversión, la Buena Nueva se vuelve eficaz y feliz. Es a la vez una llamada y un punto de referencia para la conversión” (p. 12). Es decir, como se expone con trazos seguros en otro lugar de este volumen, lo que el padre Stock anhela dejar claro es que “el mensaje que Jesús tiene que entregar está marcado desde el principio como la Buena Nueva de Dios: la Buena Nueva que viene de Dios y trae las noticias acerca de Dios. Es un mensaje, es decir, el mensaje de un hecho real. No es una conjetura, una especulación, una teoría, ni un precepto o un mandamiento. Lo que Jesús tiene que traer fundamentalmente es el mensaje que viene de Dios y concierne a Dios. Es visto como una buena noticia, incluso como la buena noticia, más allá de la cual no vienen ni pueden venir mejores noticias. Estamos constantemente esperando noticias y novedades, esperamos recibir buenas y alegres noticias. Aquí se nos da la buena noticia por excelencia. Está dirigida a nosotros desde Dios y nos dice cuál es la relación de Dios con nosotros. Este mensaje quiere ser el fundamento de nuestra alegría y confianza. Quien lo acepta y lo toma en serio se encuentra en un terreno muy seguro, conoce la cercanía salvífica, poderosa y gozosa de Dios, puede estar muy tranquilo y alegre. Esto es lo que Jesús tiene que traer: la noticia de Dios, la noticia que funda el gozo por excelencia, la noticia que hace felices” (p. 58). Importante es saber también que en el libro “la secuencia de las meditaciones no sigue el orden del Evangelio. Al principio hay un grupo de diez explicaciones, que tratan el tema del "discipulado". Vuelven sobre textos sueltos y van por todo el evangelio para determinar cuáles son los fundamentos y las características del discipulado. Antes de examinar los diferentes contenidos del Evangelio, la naturaleza del discípulo debe estar clara: desde el principio, Jesús llama a los discípulos a seguirlo. El discipulado es el fundamento y el marco del encuentro con él y su mensaje. Lo que caracteriza a los discípulos constituye para siempre la mejor premisa para escuchar el mensaje de Jesús” (p. 13). La lectura de estas meditaciones esculpe en el alma del lector una certeza indeleble: la vida cristiana no es la adhesión a una doctrina. El evangelio no es una fría y bien calculada teoría, ni ser cristiano estriba en la comprensión de una abstracción o en la memorización de una estrategia pragmática. Consiste más bien en el seguimiento de la Persona de Cristo. Y “las condiciones establecidas por Jesús para aquellos que quieren seguirlo son la renuncia a sí mismo y llevar la propia cruz. Renunciar a uno mismo significa saber decir no a uno mismo cuando está en contraste con el seguimiento de Jesús. Llevar la cruz significa saber aceptar los sufrimientos y amarguras destinados a cada uno personalmente (la propia cruz). Ambas, la abnegación y llevar la cruz, no son fines en sí mismos. Son necesarios para seguir a Jesús. El vínculo con él es el valor más alto y debe colocarse por encima de todo. Quien quiere seguir a Jesús no puede seguir indiscriminadamente los deseos, inclinaciones, proyectos e impulsos de su propio ego. No puede querer realizar su propio yo indiscriminadamente. Cuando las inclinaciones del ego están en contraste con Jesús, con sus orientaciones y con su camino, el discípulo debe saber decirles no. Él puede realizarse sólo con Jesús, y no siguiendo su propio yo en contraste con él” (p. 36). Hay que resaltar igualmente que el padre Stock, poseedor de una acrisolada docencia como eximio hermeneuta bíblico, en aras de ayudar a los destinatarios de su escrito, tiene el mérito de usar en el mismo un lenguaje sobrio y claro, que no se detiene en particularidades superficiales y va al meollo del evangelio, recalcando frecuentemente las ideas sustanciales (Repetita iuvant). Con este mismo fin, estructura cada una de sus meditaciones en tres partes: 1) traducción del texto evangélico, 2) comentario, 3) preguntas para la meditación. El cuerpo central de esta monografía son los comentarios o meditaciones que hacen una lectura diacrónica o canónica del texto evangélico, cuyo centro es la experiencia de fe. “Aunque no se informe de los pasos individuales de la investigación exegética, las explicaciones se basan en una exégesis atenta de los textos bíblicos. Se refieren al texto del Evangelio y no quieren hacer reflexiones libres sobre él. No tienen su propia consistencia autónoma, sino que son sólo ayudas para leer y escuchar el Evangelio. Todo debe partir del texto del Evangelio y todo debe conducir de nuevo a él” (p. 12). En este sentido, en el libro no se hallan disquisiciones sobre el aparato crítico, no se habla apenas de cuestiones históricas, nada de crítica literaria. El autor explica la Escritura por la Escritura misma. Al respecto, Stock ilumina un pasaje con otros paralelos sinópticos del episodio en cuestión y con otras perícopas importantes del Antiguo o Nuevo Testamento. Lleva a cabo de esta manera una lectura narrativa, que trata de desvelar la trama central del relato y de ponerla en relación con la vida de fe. En definitiva, en esta obra descubrimos, vertebrada de manera atrayente, una lectura creyente y rigurosa del evangelio de san Marcos; una oferta de comprensión que no se desvía por los vericuetos de intrincadas hipótesis azarosas, sino que aclara, aproxima y da luz al lector que desea penetrar en el mensaje salvífico. Si tuviéramos que hacer alguna puntualización, diríamos que es un texto desigual: algunas perícopas se comentan extensamente y otras se ilustran de modo sumario. Hubiera valido la pena unificar y homogeneizar un poco las extensiones de las reflexiones para dar una unidad mayor al libro. En cualquier caso, estamos ante una obra vigorosa, evocadora y útil. Un estudio que centrándose en lo esencial no está a merced de tópicos manidos, modas caprichosas, veleidades históricas o del pensamiento vigente. Por eso estas páginas son óptimas compañeras a lo largo del año litúrgico. Son un robusto acicate para ponerse a la escucha del Hijo de Dios, ya sea en tiempos de calma y sosiego espiritual como en aquellos de tempestad. Hay que agradecer sinceramente que la editorial Didaskalos haya sabido recuperar este valioso ramillete de meditaciones bíblicas, redactadas de primera mano en alemán y ahora ofrecidas en la lengua cervantina, que gracias a su solidez doctrinal, concisión de estilo y profundo calado, no dudamos que beneficiarán a cuantos lectores quieran estrechar los lazos de amistad con Jesucristo, entrando en su escuela como discípulos por medio de un relato tan austero y atractivo como el que Marcos nos regala en su evangelio. 

    Fernando Chica Arellano