Recensión Universidad de San Dámaso. Donati, P., Engendrar un hijo. ¿Qué hace humana la generatividad? (Didaskalos 2021).

  • Fecha:10-05-2022
Recensión Universidad de San Dámaso. Donati, P., Engendrar un hijo. ¿Qué hace humana la generatividad? (Didaskalos 2021).

La editorial Didaskalos nos vuelva a ofrecer un texto sugerente en este tiempo

convulso, que nos ayuda a dar respuesta a uno de los interrogantes más acuciantes de este momento: la generación humana.
Pierpaolo Donati (Budrio, 1946) es ya un autor sobradamente conocido en el ámbito de la sociología. Profesor en Bolonia, ha desarrollado su pensamiento en torno a lo que ha denominado “sociología relacional”, que propone una mirada a la sociedad no como agregado de individuos, sino como relaciones interpersonales. En un mundo dominado por el individualismo, la referencia a la persona como ser en relación es un camino seguro para no ser absorbidos por la vorágine de la licuefacción, que diría Z.
Baumann. La propuesta de Donati es una bocanada de aire fresco para poder plantar cara a un proceso de deconstrucción del ser humano que parece no tener vuelta atrás. Donati se posiciona frente a N. Luhmann y su teoría de los sistemas sociales. A juicio del sociólogo alemán, los sistemas son estructuras cerradas capaces de interaccionar con el entorno en una forma de interdependencia. La teoría de Luhmann, que él mismo denominó “funcionalismo estructural”, se fija principalmente en esta relación de interdependencia. Es la relación la que hace funcionar a los sistemas, dando así una supremacía a la relación sobre el sistema mismo. De esta manera, a juicio de Luhmann, la clave de la sociedad no son los individuos que la componen, sino las relaciones que en ella funcionan. Esto supone entender una superioridad de los procesos sociales sobre las personas que se ven involucradas en ellos. Las consecuencias de este planteamiento son evidentemente cercanas a cualquier sistema totalitario, en los que la persona pierde su valor. Este aspecto, que hasta ahora parecía más propio de los totalitarismos de raíz comunista, lo vemos en pleno auge en modelos de corte liberalista que no tenían tanta apariencia de totalitarismo. La prueba la hallamos, justamente, en aquello a lo que se refiere el libro de Donati: la generación humana. 

Donati, como hemos dicho, ha ido desarrollando desde hace años su teoría de las relaciones sociales desde la perspectiva de la persona en la relación. La sociología relacional, aun partiendo de aspectos en parte no tan lejanos a Luhmann, como es la idea de sistema en relación, llega a una conclusión totalmente opuesta al fijar su centro no en la función o el proceso, sino en la persona.
Donati analiza la situación de la reproducción humana en la actualidad: el niño que llega a vivir lo puede llegar a hacer sin ninguna relación con un padre o con una madre, o al contrario, con varios padres y madres al mismo tiempo. En esta situación que la tecnología aplicada a la medicina ha posibilitado, Donati se pregunta si hay algo que haga que la generación de un hijo sea específicamente humana, y no una producción tecnológica. “Si la tecnología genética es capaz de clonar un ser humano, está completamente abolida la diferencia sexual con propósito procreativo”
(p. 20). Esta abolición, ¿es humana? El hombre ha sido capaz de hacer un hombre con algo que él ha hecho primero, con una “máquina de hacer humanos”. Estamos ante “hombres post-humanos”. Donati, como tantos, se pregunta si se puede mantener así una civilización.
La tesis del sociólogo italiano es que “lo humano está en las relaciones sociales” (p. 20). Y esta afirmación es la que puede parecer similar a la de autores que sostienen una “ontología  constructivista”. Pero esta ontología constructivista es una ontología plana, pues no tiene referencia más allá del hombre mismo, adolece de trascendencia, como denuncia Donati en varios momentos.
El realismo de la vida de las personas permite entender que la gestación subrogada, o vientres de alquiler, es una mercantilización de algo tan esencial en la persona como el afecto, dado que a la madre se le paga para apagar el afecto que experimentará de modo espontáneo por su hijo. Del mismo modo que se paga al donante de esperma para no pensar en los hijos suyos que puedan estar viviendo quién sabe dónde. Donati alude a los problemas que los hijos de tales personas viven
cuando preguntan quiénes son sus padres. Más atroz sería la pregunta de quienes fueran clonados no por la voluntad de una persona que quisiera tener un hijo, sino por un Estado que quisiera tener... ¿qué exactamente? ¿Habitantes, fuerza de trabajo, soldados, material médico para transplantes o investigación...? ¿Qué voluntad existe exactamente en la producción de seres humanos?

La perspectiva del hijo es la que Donati propone (p. 48). La persona humana requiere de sus raíces para existir, y no es lo mismo que estas raíces sean unas u otras. No es lo mismo ser el producto de un Estado, la consecuencia de un capricho o de una violación, o el fruto de un acto de amor. El hijo exige, con todo derecho, saber quiénes son sus padres, cómo ha llegado a la existencia. Las consecuencias de cada respuesta son distintas. En esta línea de dar a conocer la identidad de los padres, Donati recoge que esta misma exigencia reclama I. Théry, aunque rápidamente se aleja
de esta autora, que propone el reconocimiento de una “pluripaternidad ordenada” (p. 53). En cuanto al resultado estaríamos frente a un proceso humano, pues un humano es lo producido, en cambio, el proceso no es humano, sino técnico. ¿Podemos seguir llamando verdaderamente humano al producto de una máquina? ¿Qué tipo de violencia es la que se estaría (o se está ya de hecho) ejerciendo sobre estos niños?
La ciencia-ficción ya nos había propuesto esto en películas como “Gattaca” (1997).
Donati explica que “es la relación la que engendra” (p. 57). La especificidad de la generatividad humana radica en que el fruto (el hijo) proviene de la relación entre dos personas, un hombre y una mujer, que de modo natural pueden generar un hijo. La relación entre ambos genera al hijo no solo en el momento de la concepción, sino a lo largo de toda su existencia al reconocer al hijo como tal. Es importante aquí marcar la diferencia con Luhmann, pues no se trata del proceso en sí, sino del tipo de relación que establecen el hombre y la mujer. De aquí la tremenda diferencia entre ser hijo de un matrimonio y ser fruto de una violación. ¡Cuánto más con ser producto de una máquina! En este sentido, me parece que la expresión “laboratorio de la generatividad” (cap. 4) ha de ser utilizada con cautela, dado que la vida humana, tal y como la venimos contemplando, no puede ser objeto de “experimentos”, sino que, como bien apunta Donati, ha de estar regida por la continua referencia a una trascendencia que le da sentido (p. 65). Quizá la expresión se pueda entender mejor en italiano, dado que en este idioma el término “laboratorio” suena más cercano a “lugar de trabajo” (it. lavoro), mientras que en español se acerca más al de lugar de tentativas y pruebas.
Entender la generatividad como una preocupación que ha de guiar el trabajo de todos, es conveniente, entenderla como un lugar de experimentos resulta errática.
En este sentido se comprende bien que nuestro autor abogue por la relacionalidad como clave para orientar la bioética actual. Donati, como otros autores contemporáneos, denuncia la medicalización de la vida que sufrimos en Occidente. Resulta paradójico que se intente mantener la vida a toda costa, pero no la vida de toda persona, sino solo la de algunas personas. Los intentos de superar toda enfermedad, e incluso de superar el límite de la muerte del cuerpo, chocan con el avance de la muerte en el aborto y la eutanasia. Como él señala, no se pretende mantener la especie, sino a algunos individuos. El embarazo, la discapacidad y la vejez son vistos como problemas desde la perspectiva de una bioética que acaba convirtiendo en patológico todo aquello que no se ajuste a lo deseado (p. 70). Esta cuestión del deseo, propia de un paradigma cultural emotivista, termina por dictaminar como normativo aquello que yo quiero. Y en este punto, como bien apunta Donati, la tecnología se pone al servicio del deseo. El cóctel es peligroso, pues nos apartamos de la naturaleza para crear una nueva forma de ser humano. Es la vía del transhumanismo cultural. No se trata ya de tener un hijo, sino del derecho no solo a tener, sino a diseñar el hijo, determinando incluso a los progenitores (p. 76). Una vez más resulta conveniente aquí retomar la “perspectiva del hijo”, que de modo natural proviene de un padre y una madre.

La relación parento-filial implica una forma de ser (ontología) y una forma de entender la realidad (epistemología) que son clave para acercarnos al hecho de la procreación humana (p. 78). Desde esta perspectiva, se entiende que la cuestión de la procreación no puede ser dejada, sin más, en manos de la técnica, sino que ha de ser guiada por la reflexión ética, y esta, a su vez, no puede perder el sentido que las relaciones marcan para la persona. Como Donati indica, no es la técnica la
que provoca los problemas éticos, sino el uso que las personas hacen de ella. Por lo tanto, los problemas de la procreación no pueden ser resueltos por la tecnología, o acabarán por provocar algo que ya es patente en nuestra sociedad: la falta de sentido para la vida y el aumento de suicidios y demanda de eutanasia. La solución a la falta de sentido de la vida no puede resolverse acabando con la vida, sino recobrando su verdadero significado de don amoroso recibido de los padres.
Las consideraciones de Donati resultan más que precisas en este momento que vivimos. Como él mismo apunta, los problemas que la tecnología parece provocar no provienen de que no haya respuestas, pues el libro es una respuesta. Los problemas derivan de la dejación, de la falta de atención a las respuestas que provienen de un sano ejercicio de reflexión, que busque decididamente la verdad de la persona. Ciertamente, las ciencias humanas tienen mucho que aportar, entre ellas, como vemos, la sociología. Pero todas ellas requieren, como ya hemos dicho, de una referencia mayor para poder salir de los pantanos del relativismo en los que nos encontramos desde hace décadas. La salida no está cerrada, ni es lejana, pues sigue habiendo, gracias a Dios, hombres y mujeres que se abren amorosamente al misterio de la vida, siendo capaces de relaciones que generan hijos amados. Este es el ejemplo que hemos de seguir ofreciendo, y apoyando con el esfuerzo de nuestra razón para rebatir otros caminos que no hacen sino adentrarnos más en el pantano. La referencia de Donati a la trascendencia no deja lugar a dudas de que es posible hallar la salida porque existe una Verdad, existe un Dios, que quiso abrir, desde el principio, el camino de la vida mediante la relación del hombre y la mujer.


R a ú l  S a c r i s t á n

U n i v e r s i d a d S a n D á m a s o – C / J e r t e , 1 0 – 2 8 0 0 5 M a d r i d