Persona, del yo al tú, en Religión en Libertad, Una parábola de nuestra época de Benigno Blanco

Persona, del yo al tú, en Religión en Libertad, Una parábola de nuestra época de Benigno Blanco

Javier Barraca, doctor en derecho y en filosofía y profesor de universidad, ha ganado la quinta edición del premio de novela Didaskalos con una creación literaria que -más que una novela- a mí me ha parecido una acertada parábola de nuestro tiempo y de los dramas humanos de muchos de nuestros contemporáneos. El título intenta reflejar el contenido o enseñanza de la parábola, aunque me temo que no sea ni muy comercial ni fácil de comprender hasta que se acaba la lectura de la obra: Persona. Del yo al Tú (Ed. Didaskalos, 2022, 153 págs.).

Hasta la página 38 no descubrimos que el protagonista se llama Miguel y ha estudiado filosofía en algunas de la universidades europeas más punteras, siendo sus principios los propios de un librepensador cosmopolita, partidario de la autonomía individual irrestricta y convencido de que el conocimiento y la ciencia liberarán a los hombres de las cadenas de la ignorancia y el dogmatismo. Por eso se ha vinculado a Persona, una ONG, bastante discreta -o secreta sin más-, de carácter transnacional, económicamente muy poderosa y que “proclama como señas, distintivas de identidad, su adhesión a los valores universales, un humanismo cosmopolita acorde a la mejor tradición mundial, la confianza absoluta en la razón y el compromiso con la libertad individual” (pág. 30) y cuyo objetivo es “el progreso infinito sin límites, un progreso logrado paso a paso gracias solo al trabajo de nuestra única divinidad: el desnudo ser humano” (pág. 34). Los miembros de Persona, nos dice el autor, “abominamos de toda forma de expresión exterior o pública de la propia espiritualidad, combatimos la difusión social de las creencias y cualquier indicio o forma de apostolado o evangelización” (pág. 64), “nuestra única obediencia está ligada, tan solo, a ese supremo valor de la bella, de la excelsa Tolerancia” (pág. 65).

No hay una mayor profundización sicológica en el personaje de Miguel, pues se le describe como un estereotipo (el del hombre moderno) como sucede en todas las parábolas: un pastor que pierde una oveja, un padre con dos hijos, un samaritano que encuentra un herido, etc. En las parábolas no hace falta un estudio del personaje, basta con expresar lo que significa a efectos del relato. En la novela de Baraca el personaje, Miguel, es sin más ¡y nada menos! el hombre moderno imbuido de todos los tópicos del ideal ilustrado… que acaba chocando con la realidad. En efecto, en el breve relato Miguel participa en varias campañas de Persona para imponer a la sociedad sus ideales a la par que va descubriendo la profunda intolerancia que anida en esa organización, que, en nombre de la tolerancia, muestra una intransigencia brutal con todos los que discrepan de sus planteamientos.

En el escueto relato de hechos que constituye la trama de la novela, Miguel va descubriendo cómo a Persona no le importan las personas concretas sino su esquema ideológico del mundo y sacrifica a quien sea para imponer sus ideas. De la mano de algunos amigos que se van separando de Persona por esta razón, Miguel descubre que existe otro mundo en que cada persona es importante e, incluso, que hay quienes descubren en un Tú (con mayúscula) una razón para volcarse en los demás sin afanes de imposición ideológica ni intolerancia. De ahí el título de la novela. Miguel abandona Persona y con ella su estatus económico, profesional y hasta afectivo, secuestrados hasta ese momento por su pertenencia a Persona.

El libro de Baraca no es ni una novela ni un ensayo. Es una eficaz parábola de la modernidad, su fracaso y la alternativa disponible: la vieja sabiduría sobre el hombre como criatura valiosa y abierta a un Dios que le ama. Podría leerse como una denuncia crítica de organizaciones secretas y conspiraciones en nuestro mundo; pero prefiero leerla como parábola de nuestro tiempo y de la eterna capacidad del hombre de abrirse a la maravilla de la dignidad propia y del otro.

Benigno Blanco