«Las páginas de ‘Florecer’, el libro breve y luminoso de Daniel Capó, desprenden una luz plácida y segura, que acoge. Como lo hace una inteligencia generosa»

«Las páginas de ‘Florecer’, el libro breve y luminoso de Daniel Capó, desprenden una luz plácida y segura, que acoge. Como lo hace una inteligencia generosa»

Cuando leo a Daniel Capó a menudo me acuerdo del escritor Jean-Claude Guillebaud –columnista en el bordelés Sud-Ouest–, otras de los Diarios de Jünger –cuya lectura nos unió– y otras del cardenal Newman o de la poesía de Hardy, entre otros contemporáneos. Pero enseguida saltan Eneas y Héctor y Ulises y entonces nos sabemos en casa. En nuestra Gran Casa. Política, la relación entre sociedad e historia, y espiritualidad son las constantes de sus crónicas y al fondo está la literatura como una forma de pensamiento. Y la literatura como educación en el humanismo desde temprana edad es la esencia de Florecer.

Un padre lee a sus hijos y esas lecturas son la columna vertebral que traza la conversación entre ellos a lo largo de la vida. De ahí salen los modelos, las analogías, los conflictos, los destinos. De ahí sale y se construye el pensamiento familiar, pero sobre todo el florecimiento de la persona, el disfrute de los primeros atisbos de madurez –de las primeras señales del destino– en los hijos. Ahí están –lo hemos dicho– La Eneida y La Odisea y El Beowulf y La Biblia, pero también los cuentos nórdicos europeos –Capó lo es vía materna–, Ajmátova, Natalia Gizburg –con un papel central a través de sus Pequeñas virtudes–, Marcel Proust como salvación en Czapski, Walter Benjamin, y la música, esencial en la vida del autor. Sus dos intérpretes favoritos –Celibidache y Sviatoslav Richter– nos dan claves de la educación objeto del libro. Hubo algún momento, cuando lo leí, que pensé también en La infancia recuperada, de Savater. No es mala compañía. Pero se trata de otra generación. Antes he empleado el adjetivo luminoso al referirme a Florecer. No es exagerado: sus páginas desprenden una luz plácida y segura, que acoge. Como lo hace una inteligencia generosa. Si yo fuera padre joven saldría corriendo hacia una librería.

José Carlos Llop