Educando el carácter a través de la literatura. Despertando la imaginación moral en las aulas de secundaria en ESTUDIOS SOBRE EDUCACIÓN

  • Fecha:04-03-2022
Educando el carácter a través de la literatura. Despertando la imaginación moral en las aulas de secundaria en ESTUDIOS SOBRE EDUCACIÓN

En este libro dirigido a profesores de lengua y literatura, Karen Bohlin, directora de Montrose School (Massachusetts), uno de los pocos colegios en los Estados Unidos con la distinción National School of Character, y profesora de educación en la Universidad de Boston, pretende “mostrar cómo un enfoque centrado en la investigación ética en el aula de literatura puede despertar y educar la imaginación moral de los estudiantes” y, en esa dirección, desea ofrecer unas pautas útiles para el trabajo educativo, aunque sin indicar un conjunto prescriptivo de clases ni ofrecer una visión exhaustiva de todos los temas y preguntas posibles. La autora indica que desea reconfigurar la forma en que pensamos en la educación del carácter de los estudiantes: hace notar el interés de que los profesores de literatura centren sus enseñanzas no tanto en cuestiones formales o en el análisis de algunos puntos, como en que sus alumnos se hagan más hábiles en la reflexión ética enseñándoles a prestar atención a las motivaciones, aspiraciones y elecciones de unos héroes novelescos bien escogidos. En las conclusiones puntualizará otra vez que no ha intentado hacer simple lo complejo, que son muchos los factores que pesan en el desarrollo moral de alguien, y que con su libro solo ha intentado señalar un camino a profesores que desean ayudar mejor a sus alumnos.

El libro está dividido en dos bloques. El primero, “Narración y acción moral”, contiene tres capítulos: “La educación del deseo” una sugerente redefinición de la educación moral, “Literatura e imaginación moral” acerca de que la literatura narrativa facilita comprender la naturaleza del desarrollo moral, y “Fomentando la reflexión ética en nuestras almas” una explicación del marco que se propone para el análisis de las novelas. En el segundo, “Estudios de casos en personajes”, se aplica el modelo propuesto a cuatro novelas: “Elizabeth Bennet: Heroína humillada” (Orgullo y prejuicio, Jane Austen), “Janie Crawford: Sufrimiento y trascendencia” (Sus ojos miraban a Dios, Zora Neale Hurston, un libro escrito en 1937 y poco conocido en España: se publicó primero en gallego en 1993 y en castellano
en 1997), “Sydney Carton: Reavivando un sentido de propósito” (Historia de dos ciudades, Charles Dickens), y “Jay Gatsby: La tragedia del Eros ciego” (El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald). Al fi nal hay unos anexos muy interesantes, pero se echa de menos un índice onomástico de autores y libros, que hubiera venido bien porque se citan muchos.

La parte sobre la educación del deseo, que puede interesar a todos los educadores y no sólo a profesores de lengua y literatura, explica que un relato con profundidad psicológica “da a los estudiantes la oportunidad de ‘espiar un alma’, como observa con tanta claridad Katherine Paterson” (en un ensayo titulado A Sense of Wonder). Al final del segundo capítulo la autora subraya que su tesis es “que si tomamos en serio la narrativa del desarrollo moral (y la regresión moral) podemos añadir una profundidad existencial, una perspicacia convincente y un discurso significativo al estudio de la literatura de nuestros estudiantes”. La forma de analizar las cuatro obras indicadas, que forman parte de los planes de estudios de secundaria británicos y norteamericanos y es válida para muchas otras obras, se fija en los “puntos de inflexión moral” (morally pivotal points) de los personajes, que son experiencias o encuentros transformadores que los obligan a reevaluar o perfeccionar sus objetivos o trayectorias vitales, hasta llegar a uno final, que también es un “punto de desafío”, un momento en el que han de hacer una elección deliberada frente al conflicto. En la introducción a cada una de las novelas elegidas la autora cuenta sus experiencias educativas con ellas, resume su argumento marcando los momentos que le parecen decisivos, y por último les aplica el análisis que propuso en la primera parte.

Son interesantes las consideraciones que se hacen acerca de qué clase de libros se proponen para el uso en clase. Frente a la ficción sociológica de moda, o a tantos libros comercializados para jóvenes sin la riqueza imaginativa que eleva la visión moral de un lector sobre sí mismo y sobre el mundo, Bohlin apuesta por libros de calidad literaria y hondura humanas reconocidas. Hace la gráfica
comparación de que si un entrenador de tenis no hace practicar a sus alumnos con pelotas desinfladas y un profesor de música no pide a sus alumnos que toquen violines a los que les faltan cuerdas, un profesor de literatura ha de optar por obras con profundidad moral. Indica también que las clases no han de ser como guías estáticas de literatura que, por ejemplo, se centran demasiado en el análisis de un recurso literario y pierden de vista la historia en su conjunto sino que han de lograr que los alumnos salten a un nivel superior de preguntas: por ejemplo, indica que no se puede reducir Matar un ruiseñor a una lección sobre el racismo, ni despachar Romeo y Julieta con unas frases que resuman la trama, y que no se puede moralizar de forma simplista y tratar a Atticus Finch como un héroe sin reconocer sus debilidades o lamentar el amor imposible de Romeo y Julieta sin
cuestionar su autenticidad. La edición española mejoraría con una revisión que afinase algo más la traducción y en vez de gerundios utilizase infinitivos en el título, que pusiese notas al pie que dieran más información al lector español, y que comprobase que todas las obras citadas en el interior estén referenciadas en los anexos del final. Pero estos puntos, igual que las repeticiones que se dan en la exposición debido a que se multiplican los ejemplos, son asuntos menores: el libro es convincente y se lee con facilidad, en él se integran con fluidez anécdotas y sugerencias tomadas de la rica experiencia docente de la autora, y abundantes citas y comentarios oportunos de novelas valiosas. Parece significativo que los autores de literatura infantil y juvenil contemporáneos que se citan sean sólo tres: dos escritoras norteamericanas indiscutibles, como Lois Lowry y Katherine Paterson, y la inglesa J. K. Rowling a propósito de un comentario elogioso a la serie de Harry Potter.

El hecho de que el prólogo a la edición norteamericana lo escribiera Wayne Booth y el de la inglesa lo hiciera Jon Davison da cuenta del interés que tiene la obra de Bohlin. Ahora es la oportunidad de los lectores de habla hispana de aprender de su sabiduría acerca de la educación moral.

Luis Daniel González